JUSTICIA SELECTIVA

En la era digital, donde la viralidad en redes sociales y la cobertura mediática pueden definir el rumbo de una investigación, la justicia parece tener dos velocidades. Mientras que casos de artistas, políticos e influencers acaparan titulares y logran un seguimiento minucioso por parte de la fiscalía, miles de ciudadanos comunes que enfrentan situaciones similares ven sus denuncias sumergidas en la burocracia y el olvido.n de la publicación.

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En la era digital, donde la viralidad en redes sociales y la cobertura mediática pueden definir el rumbo de una investigación, la justicia parece tener dos velocidades. Mientras que casos de artistas, políticos e influencers acaparan titulares y logran un seguimiento minucioso por parte de la fiscalía, miles de ciudadanos comunes que enfrentan situaciones similares ven sus denuncias sumergidas en la burocracia y el olvido.

El poder de la fama ante la justicia

Casos recientes han puesto en evidencia cómo el nivel de exposición pública de un individuo puede condicionar el interés de las autoridades en la investigación de un delito. Celebridades envueltas en escándalos de fraude, abuso o corrupción no solo reciben cobertura minuto a minuto en los medios, sino que también parecen avanzar más rápidamente en el entramado judicial. Algunos ejemplos son el juicio mediático contra el actor Johnny Depp y Amber Heard, la detención de influencers acusados de estafas piramidales o las investigaciones sobre políticos de alto perfil, cuyos procesos se desarrollan bajo la atenta mirada del público.

Este fenómeno ha generado una suerte de "justicia espectáculo" en la que cada detalle se convierte en tendencia y el escrutinio de la opinión pública influye en la velocidad y el tratamiento del caso. En ocasiones, esta visibilidad ayuda a garantizar que no haya impunidad, pero también puede desembocar en juicios paralelos en redes sociales que condicionan la percepción del proceso legal.

El otro lado de la moneda: el anonimato judicial

Sin embargo, lejos de los reflectores, el sistema judicial parece operar con una lentitud desesperante para el ciudadano común. Casos de violencia de género, desapariciones, estafas o abusos que afectan a personas sin notoriedad mediática enfrentan innumerables obstáculos. Denuncias que se archivan por "falta de pruebas", juicios que tardan años en resolverse y familias que nunca obtienen justicia son moneda corriente.

Los números son alarmantes. De acuerdo con datos de organismos de derechos humanos, en muchos países más del 70% de las denuncias de agresión sexual no llegan a juicio y, en delitos económicos, la impunidad supera el 80% cuando los acusados no son figuras públicas. La falta de presión mediática y social convierte estos casos en meras estadísticas sin rostro.

¿Justicia o espectáculo?

El impacto de la fama en los procesos judiciales plantea una pregunta fundamental: ¿debe la justicia depender del nivel de exposición de un caso? En teoría, el derecho debería operar con igualdad para todos, pero en la práctica la influencia de los medios y la presión de la opinión pública parecen inclinar la balanza.

Es imperativo reflexionar sobre los efectos de esta doble vara. Si bien la atención mediática puede acelerar procesos y evitar la impunidad en casos de alto perfil, también es necesario preguntarse qué ocurre con aquellos que no tienen cámaras apuntándolos. La verdadera equidad judicial no debería depender de la cantidad de seguidores en redes o del nivel de escándalo que genere un caso, sino del acceso igualitario a la justicia para todos los ciudadanos.

Porque al final del día, la pregunta sigue en el aire: ¿la justicia es ciega, o simplemente prefiere mirar en dirección a los focos?